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jueves, 31 de julio de 2008

Coyoacán, lugar de coyotes



Todos tenemos un lugar para refugiarnos. Sea real o virtual, siempre buscamos un sitio en donde nos sentimos bien, seguros, contentos, casi felices. Yo tengo algunos, para el caso de que alguno no esté disponible, siempre hay que tener un plan "B" a la mano, y con eso de que ya nos tratan como niños retrasados mentales a los que hay que decirles qué es lo que tienen que hacer, qué pensar, qué comer, por quién votar... Se han restringido de manera escandalosa los lugares en los que "se nos permite fumar", buscamos los pocos lugares descubiertos en los que podemos hacerlo libremente. Yo me pregunto: ¿Dónde están los millones que votaron por que no se dejara fumar en los restaurantes? Si no iban a comer en ellos ¿qué les importaba que se fumara o no? Por que la gran mayoría están casi vacíos, sin contar los miles de trabajos que se perdieron y el sustento de miles de familia que vivían de las propinas que dejábamos los fumadores.


Yo me pregunto, si es que a alguien le interesa tanto nuestro bienestar, cómo es que han permitido tantas franquicias de MacDonalds, si en los últimos veinte años han provocado la peor pandemia de sobrepeso en los niños mexicanos; o los casinos, que ya existe uno en cada manzana de esta ciudad, y en donde asaltan a la gente que piensa que va a salir con su cartera bien llena y abandonan los locales con una cara que les llega hasta el piso; o las Farmacias Similares, cuyos productos no curan nada de nada; o partidos nacos como el PRD, del que ya estamos hasta la médula del alma; o que el "narco" ya se haya metido hasta la cocina de nuestras casas, o la tremendamente dañina e imbecilizante programación de Televisa y TV Azteca, en fin, hay tantas preguntas y tan pocas respuestas coherentes que ya ni le sigo. Lo único que a mi me queda claro, es que las grandes compañías tabacaleras no "se pusieron a mano" con nuestros corruptos y naquérrimos legisladores y éstos llevaron a cabo su vengancita. Jamás, ni en mis sueños más desmesurados creeré que se preocupan por nuestra salud.


Volviendo a los lugares refugio que todos tenemos, uno de los míos era Coyoacán. Al menos dos veces por semana, acostumbraba a ir por aquellos lares, llevar mi laptop, sentarme lo más cómodamente posible en la librería El Parnaso, pedir un buen café doble cortado y escribir hasta que se acababa la luz del sol. En ese lugar hice amigos de toda la vida, compré muchos libros, leí muchos otros, escribí hasta agotarme y disfruté del canto de los pájaros y el correr de las ardillas. Además, ¡lo mejor! dejan y seguirán dejando fumar.


Pues bien, hoy decidí ir por allá a ver si ya habían terminado las obras de remodelación -que por cierto ya llevan varios meses-, de los dos parques y algunas calles del centro. Lo que miré no tiene parangón en todo lo que he visto en mi larga existencia: un Coyoacán totalmente devastado, sucio, lleno de ratas, polvo, malos olores y gente triste. Por supuesto, no escuché el canto de ninguna ave, ni vi ardilla alguna. Las ratas pululan desvergonzadamente hasta dentro del templo de san Juan Bautista y las beatas no se dan abasto para sacarlas con las escobas hasta la destruida plaza.


No soy especialista en obras públicas, pero cualquier cerebro medianamente pensante se da cuenta de que podrían haberse hecho por etapas. Pero no, ¡de ninguna manera! destruyeron todo al mismo tiempo, levantaron todo el suelo, ahuyentaron a los pájaros con el ruido de los rotomartillos, sacaron las aguas negras con las dragas, cortaron árboles, mataron ardillas, provocaron que cerraran casi todos los negocios de la zona, corrieron gente a punta de pistola, y el resultado...como para golpear a alguien, digo, porque debe haber algún responsable de tales y tantos crímenes.


Hablando con algunas personas que por ahí andaban me dí cuenta que no es cosa del Jefe Delegacional -aunque de ninguna manera está exento de responsabilidad-, que tampoco es cosa de algún partido político, como -debo confesarlo- yo lo había pensado, tampoco se trata, aunque no lo descarto en absoluto, de inventar obras públicas para robar, como hacen los políticos, por que en todo caso, ya deberían estar entrándole a la Zona antes llamada Rosa, no, en este caso, fueron los propios vecinos los que pidieron y exigieron de mil maneras que Coyoacán volviera a ser lo que era hace 100 años. Un pueblecito en los alrededores de la gran capital, en el que sólo se escuchaban las llamadas a misa por las mañanas y al rosario por las tardes, y sólo se veía por las desiertas calles, callejones y callejuelas, a las mujeres que sin tener nada más interesante que hacer en la vida, acudían presurosas al templo a inventar pecados en el confesionario, o a ver al guapo padrecito, porque no me digan que en esa paz, existiera algo más que sólo malos pensamientos.
La neta: todo este desmadre fue claramente para sacar a los vendedores domingueros de las plazas y calles del centro coyoacanense, que afeaban el paisaje según los vecinos de la zona. Igualito que de la misma manera, el ridículo francesito Jefe de Gobierno del D. F., ha mantenido el Zócalo ocupado por pistas de hielo, de baile y museos itinerantes: para que no vayan y le hagan manifestaciones a las puertas de su oficina. Ya verán que no me equivoco cuando vean alguna otra cosita que llene la plaza más bella de la república -que debería inspirarnos más respeto-, con lo que se les ocurra al jefecito y a su también francesita esposa. Imagínense que un día despertaran allá en New York con la idea de hacer desaparecer el Greenwich Village por que hay muchos hippies vendiendo chucherías; o que quitaran El Rastro de Madrid, o a los libreros a orillas del Sena en París; o que se pusiera el Circo Chino en la más grande plaza de Beijin...¿Inimaginable, verdad? ¿Qué nos hace ser tan valemadristas que permitamos todo ésto sin rechistar?

Coyoacanenses: no sean sepulcros blanqueados, vamos a tener toda una eternidad para disfrutar de la paz de los cementerios, limpios, quietos, solitarios, ordenados, llenos de cipreses, flores y olor a muerto. Querer volver al pasado no es la salida para nadie. Quizá muy pronto Coyoacán vuelva a ser lugar de coyotes y no sea muy agradable ni seguro andar por ahí. ¡Qué lástima!

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