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martes, 22 de julio de 2008

Se acabó la música

Hubo una vez un violín sin pretensiones, un simple y humilde violín hecho a mano con madera corriente y sin pintar; en ocasiones emitía un sonido dulce y apaciaguador, otras, su sonido era chirriante y desafinado. Hasta hace poco tiempo, se le podía escuchar por las esquinas, plazas y mercados de los pequeños pueblos de Guerrero. Su dueño sólo pedía unas pocas monedas a cambio de hacerlo vibrar, de hacer que hablara y dijera muchas cosas, pero casi nadie entendía el mensaje. Algunos, arrojaban desdeñosamente unas cuantas monedas al sombrero tendido en el suelo y no volvían a acordarse de él. Otros, se detenían y escuchaban embelesados la música que emanaba del pobre instrumento y después continuaban su camino hacia la Nada. Los más pocos, lo escuchaban a lo lejos y corrían para enterarse de cual era el nuevo mensaje y qué era lo que tenían que hacer.

Aunque el dueño del violín era ya un anciano, y le faltaba la mano derecha, tocaba con una determinación heroica y el muñón siempre cubierto con una vieja venda, las notas más desgarradoras y hermosas que se han escuchado en esas tierras. Nunca se mostró cansado de subir y bajar montañas, vadear ríos, enfrentar fieras o soportar alimañas. No se cansó nunca de sufrir la indiferencia de la mayoría de los hombres que lo escuchaban, nunca se quejó de tener hambre, frío o calor, o de que lo molestara la lluvia. Dormía en donde lo sorprendiera la noche y a nadie le dijo nunca que su cama era dura, aunque ésta fuera la banca de un parque o una inclemente acera de cemento. Todos lo conocían desde siempre, desde que tenían memoria; era ya parte del paisaje.


Viajaba ligero de equipaje porque los sueños no pesan, y él tenía un sueño: que la música no parara, que nunca se detuviera, que los que vienen en el camino o todavía no aprenden a caminar, supieran que antes que ellos, habían transitado las mismas veredas otros iguales, con los mismos sueños, los mismos anhelos e idénticos sufrimientos. Que un hombre no se pueder mirar a sí mismo como tal, si no aprende del pasado y hace algo, cualquier cosa que esté a su alcance, para mejorar el futuro. Que no existe un destino que determine nuestras vidas aún antes de que hayamos nacido, pero que, en el caso de que existiera, el sentido de nuestras vidas sería luchar para hacerlo mejor.


Don Angel, que asi se llamaba el dueño del violín, tuvo muchos hijos, hombres y mujeres que habían muerto llevando el mensaje a otros; que habían sido asesinados por la intolerancia, la ambición y la barbarie que los cercó un nefasto día. Nunca hubo una lápida ni flores en sus tumbas, sólo un recuedo amoroso y eterno en la mente de ese angel de la anunciación que fue su padre.


Un día triste y lluvioso, los hombres y mujeres de la sierra de Guerrero se dieron cuenta de que algo faltaba en sus vidas, echaron en falta que había a su alrededor un silencio insoportable, y lloraron sin saber qué era. Ardientes y saladas las lágrimas escurrían por sus mejillas, llegaban hasta su barbilla y terminaban en el caliente suelo de su tierra, regando los sueños del anciano que a través de las notas del violín que él mismo había construído, les había comunicado todos los días de su larga vida, un mensaje de Libertad.


Hoy, podemos seguir escuchando ese sonido en las oscuras salas de cine de todo el mundo. El mensaje de Don Angel no se perdió, sigue llegando intermitentemente a nosotros, a todos, los hombres y mujeres que nunca estaremos conformes con las injusticias y la maldad que intenta destruir todos nuestros sueños. Y haremos algo, Don Angel, puede estar usted tranquilo, el mensaje fue entendido y yo al menos, no tengo ni tendré nunca los brazos cruzados, la mente aterida de terror, ni los labios sellados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta la música, desde siempre. El concepto de "libertad" siempre me ha costado trabajo entenderlo. Ahora tengo una manera de explicarme qué es eso de la libertad.
La libertad es como la música que viaja sin restricciones por el aire y lo envuelve todo sin aprisionarlo, da sin quitar nada y deja que sientas a tu manera lo que te quiere decir.