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lunes, 1 de marzo de 2010

Lloren jilgueros y zentzontles en Parral

El pasado 19 de febrero, acudí a una conferencia en el Museo Nacional de Antropología, impartida por el Prof. Eduardo Matus Moctezuma y organizada por la Asociación México Unido, que preside Roberto Landeros. En esa ocasión se anunció que la próxima plática correspondería a Carlos Montemayor, eso sería el próximo 24 de este mes que acaba de comenzar.
Ya no será posible dado el fallecimiento de este importante intelectual que abandona la arena -de por sí tan desierta-, en la que se lleva, o intenta llevarse esta lucha diaria por la difusión de la Cultura, por la defensa de los que menos tienen, por el correcto uso de nuestra lengua y por enfrentar el cada vez más ignominioso poder del Estado Mexicano. Carlos Montemayor fue durante mucho tiempo, una voz que gritaba en el desierto denunciando una y otra vez los abusos en contra de los pueblos indígenas. Habló, mientras pudo hacerlo, en contra de las arbitrariedades que se llevan a cabo TODOS los días de TODOS los años y durante ya más tiempo del que cualquier pueblo medianamente enterado podría soportar sin hacer cualquier cosa que detenga la situación en que vivimos.
Nació en la lejana Parral, allá en el Estado de Chihuahua. Aquella tierra de cielos sin nubes, de desiertos blancos, de barrancas de Cobre y cerros pelones. Aquellos lugares en donde la División del Norte sembró sus reales y en donde el cura Hidalgo terminó su lucha al ser fusilado en lo que hoy es el Palacio de Gobierno de la ciudad Capital que lleva el mismo nombre. A comienzos del siglo pasado, Chihuahua era el feudo de sólo unas cuantas familias, como sigue siendo casi todo el país; la Revolución sólo cambió el dinero y las tierras de unas manos a otras. Hoy, Chihuahua es conocido mundialmente como el territorio más peligroso del planeta, y para qué hacerse tontos, esa tan cacareada Revolución que tiene fecha de comienzo, aún no la tiene de término. Veremos si algún día la terminamos de una buena vez.
Carlos Montemayor fue poeta, cantante, novelista, ensayista, Maestro... y ya no fue más, porque la muerte no lo dejó. Seguramente su nombre no dirá muchas cosas a los jóvenes de hoy, porque casi nada les dice NADA, y claro, de nuevo, no así a todos y no siempre. En alguna ocasión le pregunté personalmente quién había estado detrás del EZLN y del payaso de Subcomandante Marcos, el silencio fue la respuesta. Ahora, con motivo de su muerte, he visto hora tras hora muchas de las entrevistas que dio respecto a la matanza de Acteal, a la de Aguas Blancas, a la de Chenalhó... a muchas de las matanzas que se cometieron a lo largo de los últimos 100 años; sabemos que siempre que se habla en algún medio se utilizan eufemismos y se comunica en clave, queremos decir, pero no decimos; queremos gritar, pero las palabras se niegan a salir de nuestra garganta; queremos ¡matar! pero nos agarrota el miedo; así que no escuché a lo largo de tantas horas una acusación directa contra nadie. Se nada en un mar de suposiciones y lo malo es que yo nunca aprendí a nadar.
A mi me queda claro que siempre hay varios culpables y no importa mucho con qué nombre los bautizaron, todos los sabemos: comenzando con los señores presidentes de esta república bananera, que parecieran estar al servicio de los intereses de los que todo lo tienen y dictan las reglas; hasta el pueblo, criminal y convenientemente dormido para no comprometerse, para no perder lo poco que tiene. Todos somos culpables. La pregunta es: ¿hasta cuándo? De todas estas matanzas, de todos estos crímenes, NO HAY UN SOLO CULPABLE TRAS LAS REJAS. Sí, me equivoco, sí hay. Unos cuantos narcos de bajo nivel de los cuales se pudo prescindir porque no redituaban bastante $$$$ para los bolsillos de nadie. Y ahora, yo pregunto, que una parte muy importante de jóvenes mexicanos que no tienen futuro ni nada que perder, además de la vida, y que han engrosado las filas del narcotráfico ¿pensará el señor presidente, meterlos a todos tras las rejas? Yo no lo dudaría ni un instante.
Que lloren los zentzontles y los jilgueros en Parral por un hijo que hizo algo por los demás, por un maestro que quiso abatir las tinieblas que nos rodean, por un mexicano que extrañaremos, los pocos días que aún estemos por estos lares.

1 comentario:

Carlos Niebla Becerra dijo...

Lloren, si. Su muerte recalcó que efectivamente hay mexicanos y mexicanitos. Ni modo...