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sábado, 20 de febrero de 2010

EL HOMBRE LOBO


El cine del siglo XXI comenzó con la maravillosa e impactante trilogía del Señor de los Anillos y la mamona pero exitosísima serie de Harry Potter; pasando por la Brújula Dorada, Las Crónicas de Narnia y otra serie -para jovencitos que aún no estrenan su cerebro pero que se divierten a lo grande-, esta vez de vampiros: Eclipse, Luna Nueva y Crepúsculo, que los adolescentes de los 60´s no hubiéramos aceptado nunca por pedestre y mala; así como otras películas que ni siquiera recuerdo bien. Todavía quedan por estrenar El Hobit y alguna otra secuela -¡Ya párenle, por favor!-, de Harry Potter; y como si no fuera suficiente, llega hasta las pantallas otra historia acerca de un mito tan antiguo como la misma Biblia, en dónde nos cuentan que el rey Nabucodonosor se convierte el lobo por sus maldades. El licántropo también está presente en la mitología griega, hindú, egipcia, etc. A estas alturas, ya es casi imposible rastrear el comienzo del Mito, pero algún día lo lograremos, como en el caso del Vampiro. Dándonos cuenta de que el siglo XXI comienza con cine y literatura sobrenatural, mágica, fantástica y de ficción, nos queda claro que los dueños del mundo están educando a las nuevas generaciones para que desarrollen una imaginación que hoy por hoy, está literalmente MUERTA.
En esta ocasión, la acción transcurre (como en casi todas las versiones), en Inglaterra y en los albores del siglo XX. Un viejo aristócrata (Anthony Hopkins), es el último cabo de raza de una especie ya en extinción: la nobleza rural de Europa, dueña de miles y miles de acres, de castillos y palacios; de bosques y lagos; de hombres, y hasta de sus propias almas. Señores de horca y cuchillo, descendientes orgullosos de siniestros antepasados: los señores feudales de la Alta Edad Media. Encerrados a piedra y lodo en viejos palacios y castillos que se caen a pedazos, y rodeados de una modernidad que detestan con toda su alma, resultado de una revolución industrial que tarde o temprano acabará con ellos.
Saben que morirán para dejar paso a un mundo que no comprenden, que odian, pero que ante todo desprecian con todo su corazón: la burguesía y el pueblo rudo e ineducado. Una Nueva Organización Mundial que desplazará a sus antiguos sirvientes y trabajadores del campo, para hacerlos vivir como ratas en las atestadas, insanas y malolientes ciudades, a donde se dirigirán para trabajar en las fábricas y ser parte de un nuevo mundo tecnologizado, que pone al hombre a competir contra las máquinas y que no los hará vivir mejor, sino más infelices, si es que eso puede ser posible, pues ya ni siquiera verán el sol ni las estrellas, desaparecidas para siempre tras una perpetua nube de gases pestilentes. Está por demás decir y dejar claro que ese idílico mundo que pregonaban los demócratas y liberales del siglo XIX, NO ES, NI SERÁ, el paraíso que se esperaba y que NUNCA a todo lo largo de la historia del hombre, se había vivido en un mundo tan violento como en el que ahora vivimos (?)

En este escenario, se desenvuelve una historia ya anacrónica que sin embargo sigue interesando a los espíritus románticos y nostálgicos como el que yo poseo, ni modo, lo acepto sin avergonzarme por ello. En los alrededores del palacio en ruinas de esa familia que ya lo ha perdido todo y sólo espera la muerte, comienzan a ocurrir una serie de asesinatos espantosos e inexplicables; ya saben, es una historia que hemos visto muchísimas veces y contada de la misma manera, como un eterno y terrorífico retorno a los mismos caminos, a los mismos pensamientos, a los mismos monstruos que habitan y han habitado dentro de nosotros mismos. Están todos los ingredientes para una película de terror: el viejo castillo, un secreto de familia, unos crímenes horrendos, y el forastero que llega a descubrir de qué se trata. Siempre será un acierto llamar a Hopkins al casting de un film, pero debo suponer que este ennoblecido (fue nombrado Sir, por la reina de Inglaterra), actor inglés, anda corto de fondos, pues se ha dejado encasillar en la interpretación de seres indudablemente atroces y depedradores, como el antropófago Hannibal, y ahora, El Hombre Lobo. Él es mucho mejor actor que eso, pero los euros son llamativos, ni duda cabe. Lo acompaña otro buen actor: Benicio del Toro, que en este caso, está totalmente fuera de lugar haciendo el papel del hijo de Hopkins, incluso el vestuario que lleva le queda mal, sentimos la incomodidad que causa en Benicio, usar la ropa de una caballero inglés del siglo XIX, está totalmente fuera de lugar. El papel de la casta y virginal heroína, recayó en Emily Blunt, que se puede decir, está sólo a un nivel medio y nada más, y por último, la dirección, -buena, porqué no decirlo-, pero caótica en gran parte del film, de Joe Johnston.

Lo interesante de este film, es que la premisa cambia radicalmente, el decadente noble inglés (Hopkins), ya no mira la maldición que lo aqueja, como algo que deba rechazar y ver como algo verdaderamente espantoso. Él acepta al Mal, al verdadero MAL que se escribe con mayúsculas y con miedo; y goza con él, como ninguno o casi, ninguno de los espíritus medrosos y vacilantes que poseen el noventa por ciento de los habitantes actuales de este mundo, lo haría, y digo casi, porque, después de cavilar unos segundos, a mi sí que me gustaría ir del lado oscuro, si ahí se me diera el poder de eliminar a unos cuantos que están de más en este lado.

Por supuesto que recomiendo esta puesta en escena, que sin llegar a ser grandiosa, es diferente. La dirección de arte es muy buena, la ambientación, sublime, y el único gran pero: Benicio del Toro, que está bien de agente anti-narco y en la frontera México-EUA, pero totalmente fuera de lugar en un castillo ruinoso de la Edad Media. Sólo para pasar un buen rato y dejar fuera de la oscura sala cinematrográfica, el naco e ignorante mundo que nos rodea.

1 comentario:

Carlos Niebla Becerra dijo...

ZaZ! pues yo no soy tan clavado en la "misticismo romántico" como bien lo sabes, así que creo que la veré en DVD algún día :)