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sábado, 14 de noviembre de 2009

La lámpara de Diógenes

Hace muchos siglos, en el año 412 a.C y a orillas del Mar Negro, nació un niño cuyo nombre iba a ser conocido por muchos sin saber siquiera a quién se referían, quién había sido, ni qué había hecho. Se llamó Diógenes y dedicó toda su vida a predicar que TODO en la existencia humana, es, había sido, y será, una farsa carente de sentido, y que ni siquiera temíamos a la muerte porque no teníamos verdadera conciencia de ella.
Se dice, y no tenemos porqué dudarlo, que vivía en una tinaja vieja que algún día había contenido vino o aceite. Alrededor de su insólita vivienda siempre se encontraban varios perros que le hacían compañía y compartían con él las sobras que los ciudadanos de Atenas le tiraban para que se alimentara. He de decir que no era un ciudadano del cual los griegos atenienses se sintieran orgullosos: en algunas ocasiones se ponía a ladrar cuando alguien pasaba cerca de él, por tal motivo, le apodaron "el perro", y de su filosofía nació una rama que lleva el mismo nombre: Cínicos, del griego kynikos, cuyo adjetivo es kyon=perro.
Nació en la Colonia griega de Sínope, de la cual fue desterrado junto a su padre por motivos realmente oscuros. En su nueva residencia, Atenas, la misión de Diógenes fue la de metafóricamente falsificar/desfigurar la "moneda" de las costumbres. La costumbre, decía, era la falsa moneda de la "moralidad". En vez de cuestionarse qué estaba mal realmente, la gente se preocupaba únicamente por lo que convencionalmente estaba mal. Esta distinción entre la naturaleza ("physis") y lo convencional ("nomos") es el tema principal de la Filosofía griega y uno de los temas que dedica Platón en La República, en concreto, en la leyenda del Anillo de Gyges.
Dice la leyenda, y esto es realmente deplorable, que un día llegó hasta la tinaja -o barril-, de Diógenes, el mismo Alejandro, el gran Conquistador, y le dijo con tono autosuficiente: "Pídeme lo que quieras y te lo daré" a lo que Diógenes respondió enfadado: "Apártate, que me tapas el sol". Si digo que es lamentable que a este hombre singular se le conozca sólo por esta anécdota incierta, es por que pienso que tenemos mucho más que aprender de él, aunque de ser cierta, la sola respuesta al Magno, es todo un universo para aquel que entiende que lo realmente valioso no nos lo puede otorgar nadie, porque nos pertenece por derecho propio, y por ende, no nos puede ser arrebatado.
Diógenes nunca tuvo pertenencia alguna, fuera de una raída capa, un plato y un cuenco en el que bebía agua de la fuente. Un día, miró como un pequeño niño sacaba agua con sus manos e inmediatamente se deshizo del cuenco sintiendo que no era necesario. Cuando salió de Sínope, lo hizo acompañado de su esclavo llamado Manes, que al poco tiempo lo abandonó; Diógenes lo tomó como una lección diciendo: "Si Manes puede vivir sin Diógenes, Diógenes podrá vivir sin Manes", aludiendo a la tremenda dependencia que tenemos hacia las cosas materiales o hacia ciertas personas. Ni las unas, ni las otras deberían ser indispensables para nuestra existencia.
No puedo imaginar cóno fue que Diógenes se hizo de una lámpara, pero los historiadores nos dicen que recorría las plazas de la orgullosa capital griega con dicha lámpara encendida y gritando a voz en cuello: " Busco un hombre, ¿sería posible encontrar uno solo? ¿Tan siquiera uno?
En estas últimas semanas he pensado mucho en Diógenes y en su célebre lámpara, y vino a mi mente un recuerdo muy nuestro, digo, muy mexicano. Cuando Alvaro Obregón entró en la ciudad de México, después de los desgraciados y vergonzosos hechos que llevaron a la muerte a Madero, lo primero que hizo fue dirigirse al cementerio y frente a la tumba del presidente asesinado por el chacal Huerta, entregó sus armas "Al único HOMBRE que no tuvo miedo y que elevó su voz ante tanta barbarie", una MUJER llamada María Arias.
Si en estos tiempos tan faltos de vergüenza y dignidad apareciera de nuevo Díogenes, esta vez en el Zócalo, y repitiera la misma pregunta, yo al menos le diría: "Maestro, llegaste a un país extraño en donde se han conocido muy pocos, y además, hace mucho tiempo que murieron, si no eres sexista, yo estoy dispuesta a seguirte, pues más vale vivir en un barril, que prisionera de tanta vana imbecilidad".

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