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miércoles, 5 de agosto de 2009

En busca de libros perdidos



Hace muchos años tuve una biblioteca que se perdió en los vericuetos de mi vida. Ha sucedido que a veces, en algún puesto o tienda de libros viejos he encontrado alguno de esos libros de mi biblioteca desaparecida, puedo saber que fueron míos porque tienen anotaciones hechas por mí con tinta verde. Por más que he martirizado a mi memoria, no he podido recordar el porqué de ese color. No me gusta, siempre he preferido la tinta negra y la puntilla gruesa. Sé que son mis anotaciones porque es mi letra, inconfundible, una letra extraña, como de niña pequeña que nunca he podido cambiar. Lo curioso es que al volver a leerlos, vuelven a llamarme la atención las mismas cosas y vuelvo a anotar parecidas reflexiones -ahora con tinta oscura-, como sin en el intermedio entre tantos años -no puedo recordar cuántos-, no hubiera transcurrido el tiempo y no hubiera leído miles de otros libros, diferentes a los primeros.


Esta biblioteca, según creo recordar, era muy peculiar: en ella sólo había libros que narraban hechos insólitos e inexplicables, relataban la historia de civilizaciones perdidas, describían libros peligrosos cuya existencia negaban unos, y defendían otros con su vida, siendo quemados en hogueras infamantes por afirmar su existencia; hablaban de personajes inverosímiles que pasaban de un libro a otro con diferentes nombres pero indénticas personalidades, de catástrofes inexplicables, de dioses malvados y ángeles protectores. Recuerdo la bilioteca pero no el hecho de cómo fue que desapareció de mi existencia ni el asunto de la tinta verde.


A lo largo de los años he logrado reunir de nuevo muchos de ellos y los he ido acomodando en el mismo orden que creo recordar, tenían en el pasado. Aún faltan algunos y me aterra pensar que el tiempo no me alcance para volver a reunirlos de nuevo. Cada vez que reencuentro uno, regreso a casa corriendo, lo acomodo junto a sus compañeros y me siento a contemplar como poco a poco, ese librero va llenándose de nuevo con esos libros antiguos, ahora tocados por manos desconocidas, leídos con avidez por personas extrañas y vueltos a abandonar a cambio de algunas monedas.


Cuando los compré ya eran viejos, tenían anotaciones con lápiz, con tinta de diversos colores y hasta pedazos de papel entre sus páginas en aquel tiempo ya amarillento y ahora casi desaparecido a fuerza de ser tocado una y otra vez. Las caligrafías son distintas y puedo adivinar que algunas pertenecen a hombres y otras a mujeres, también están hechas en diferentes idiomas, he logrado indentificar unos cuantos, pero desconozco totalmente otros.


Sé que esos libros fueron escritos en otros tiempos, cuando eran míos y todavía no habían desaparecido de mi vida, cuando el mundo no era como es y cuando aún ni siquiera se pensaba que algún día fuera así. Que fueron leídos a la luz de velas, lámparas de petróleo o simplemente, bajo un árbol o en la banca de un parque ya desaparecido. De la misma manera que yo he vuelto a leerlos uno a uno y a poner las mismas reflexiones con letra muy pequeñita pues casi no queda espacio en sus páginas.


Todavía faltan algunos, dos o tres quizá, y vuelvo a pisar las mismas calles y a entrar por las mismas puertas, a buscar en los mismos estantes y a preguntar por los mismos nombres. Los rostros han cambiado, no me reciben las mismas personas, yo soy la misma y ando en busca de unos libros que perdí, no logró acordarme cómo ni cuando.

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