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domingo, 14 de junio de 2009

Rodin y Camille


La lluvia estaba por comenzar a caer. El inconfundible y sublime olor a tierra mojada llegaba por oleadas llevado por un viento inusual en esta época. Y además de todo era viernes de quincena en la ciudad de México. Realmente no tenía ningún deseo de salir al tráfico y enfrentarme con las largas filas de gente tratando de entrar a todos lados. Pero algo me dijo que sí lo hiciera, así que haciendo caso de mi corazonada, busqué un paraguas y me dispuse a salir.


Aquí, en el sur de la ciudad hay muchas opciones, pensé en alguna de ellas y me decidí por fin por Plaza Loreto. Es un lugar pequeño y hermoso, sin el caos de todos los centros comerciales a donde en estos tiempos modernos se acostumbra a ir sólo a perder el tiempo y mirar escaparates. Encontré un excelente lugar en el estacionamiento y considerando que eso era de buen augurio me encaminé al Museo Soumaya -feudo del señor Carlos Slim-, nada más para ver qué había de nuevo. Después de mirar en el lobby, la exposición de los acostumbrados souvenires de las más recientes exposiciones y comprar una taza de la muestra de los expresionistas -por cierto muy bella-, con una reproducción de la pintura de Van Gogh, "Después de la tormenta", me disponía a salir cuando la chica del mostrador me preguntó con la mejor de sus sonrisas si quería asistir a la exposición Días de humo, que muestra la historia del tabaco, desde Moctuzuma, hasta la fecha presente.


Sin pagar un solo centavo (¡porque es gratis!) y recibiendo además un pase para no pagar estacionamiento, entré a una de las más bellas exposiciones que he visto en mi vida. En la muestra narran, por medio de códices aztecas, documentos auténticos y fotografías de épocas pasadas, la historia de las primeras fábricas de cigarros y puros aquí en México. Está por demás decir que yo era la única visitante en todo el museo, así que sin apresuramiento, me dispuse a admirar todo lo que se ofrecía ante mis ojos. Me maravilló ver cajetillas de cigarrillos de hace más de dos siglos, así como cigarreras de oro con incrustaciones de diamantes, perlas, rubíes y esmeraldas; de plata, marfil, madera, piel; estuches para puros de todos los materiales posibles; pipas del mundo entero y de todas las formas imaginables; pinturas alusivas al inenarrable placer de fumar; fotografías de personajes famosos con un cigarrillo, un puro o una pipa en la boca; versos de los poetas y escritores más grandes, reproducidos en los muros, contándonos de su experiencia con el tabaco. Además, ¡todo olía a tabaco! En estos tiempos de persecusión y ceguera absolutos, me pareció que el tiempo había retrocedido y estaba a siglos de este XXI, que considero, junto con la segunda mitad del XX, los más pedestres e imbéciles de toda la historia humana. ¡Esto era realmente inefable! Casi una epifanía. En una de las vitrinas, y sin nada que la distinguiera de las demás, estaban varias cigarreras hermosísimas de Maximiliano de Habsburgo, con el escudo del Segundo Imperio Mexicano, entre muchas, muchas otras cosas.


Muy a mi pesar y después de pasar más de dos horas admirando todo, supe que tenía que regresar a la árida y terrible realidad. Escuché a lo lejos unos truenos que me dejaron claro que allá afuera, la tormenta se había desatado. Me encaminé hacia la salida haciéndome la promesa de que le haría llegar esta información a toda la gente que conozco, independientemente de que alguien sea fumador o no, la exposición está excelentemente bien montada y posee un valor histórico incalculable. Abajo, me esperaba el mismo comité de recepción que tan bien me había recibido. La chica del mostrador -ahora con una sorisa más grande aún-, me invitó para que asistiera a una obra teatral en la sala dedicada a Rodin y Camille Claudel, también sin ningún costo. A estas alturas yo ya pensaba que estaba soñando y que me había equivocado de país y de siglo. Acepté encantada y un amable cicerone me guió, entre pinturas de la época virreinal, hasta la impresionante Sala Rodin.


El dulce sonido de un violín ¡en vivo!, me dio la bienvenida. No pude evitar un nudo en la garganta y unas lágrimas rebeldes que escaparon de mis ojos al escuchar el estribillo de Lili Marleen tocado sólo para mí, pues era la única persona que estaba en la sala. Frente a mis atónitos ojos, se representaba el trágico amor de Camille por Augusto, un amor que aún deja ecos en mi alma desde que, siendo muy pequeña, ví representado en un film allá en mi lejanísima y amada Nayarit. Afuera la tormenta, acompañada de rayos y truenos, en la sala, los actores y yo, enmedio de una tempestad mayor. Ya era de noche cuando abandoné Plaza Loreto, eso fue el viernes, pero el recuerdo de esa tarde memorable, quedará para siempre en mi alma.


Hay ocasiones en que hay que hacer caso de las corazonadas.

viernes, 12 de junio de 2009

Algo huele mal en México *


Sin discusión, sin disculpa, sin atenuantes, sin nada que nos haga pensar que merecen perdón "Porque no saben lo que hacen", los mexicanos TODOS, ostentamos el nada glorioso título de campeones mundiales, de todo lo que es deleznable, asqueroso y despreciable en el mundo.

Resulta ser que ya hay otro escádalo que estará llenando páginas y páginas de los periodicuchos de este país. Nunca, a lo largo de toda mi vida -que ya es larga-, había constatado lo terriblemente malos que son todos los noticieros de la radio mexicana, como en estos tiempos. Nunca nos enteramos de lo que pasa en el mundo; tal parece que los conductores de todos ellos, sólo intentan llevar al pueblo a la más suprema ignorancia y pendejez. El mundo no existe, allá afuera no pasa nada. Ellos viven, reciben chayotes y son felices pasándose la estafeta de padres a hijos, sin ningún respiro para nosotros, sin ninguna esperanza de que ésto acabe; siguiendo la línea de la empresa en la que trabajan, y como todo pertenece a un monstruoso monopolio, no existe la manera de comunicar nada realmente importante. Además, ¿para qué? NADIE está en lo más mínimo interesado en saber NADA.

Ahora, me refiero a unos hechos que me pusieron los pelos de punta: Resulta ser que allá en la frontera sur, se lleva a cabo el peor genocidio en la historia de este lugar infecto al que llamamos pomposamente República Democrática. ¿Cómo? pues dejando pasar a todos los indocumentados de Centroamérica, para robarlos, violarlos, vejarlos, esclavizarlos, venderlos y, en el mejor de los caos, matarlos. Y todo ésto, con el aplauso y beneplácito de las autoridades mexicanas. En primer lugar, de la Secretaría de Gobernación, la Directora del Instituto Nacional de Migración, una tal Cecilia Romero, y de uno de los presidentillos de América Central, me refiero al de Honduras, José Manuel Zelaya, que en agosto del 2008, otorgó un premio al gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero ¡Por el excelente trato que se dá a los migrantes en este país! ¡Háganme ustedes el favor!

Hechos: La Secretaría de Gobernación, está llevando a cabo una investigación en donde promete que llegará hasta las últimas consecuencias y caiga quien caiga, acerca de que la gran moyoría de los migrantes que trienen la desgracia de cruzar por nuestra frontera sur, son llevados inmediatamente a trabajar por la inmensa suma de un dólar diario, -por una jornada de 16 horas-, a las grandiosas propiedades de los finqueros del sur -Yucatán y Chiapas-, casi todas en manos de extranjeros; pienso que si Bruno Traven volviera a la vida, quemaría ipso facto su novela La rebelión de los colgados, por parecerle que es más cercana a un cuento de Disney que a la tremenda realidad que se vive ahora.

Esa terrible suerte, está destinada a los jóvenes y fuertes que pueden desquitar lo que coman; a las mujeres les va peor. Si algunas de ellas tiene la tremenda desgracia de ser guapa, son obligatoriamente reclutadas por los tratantes de blancas, que las distribuyen en todos los burdeles de la zona, pagando por ellas unas monedas y recibiendo a cambio pingües ganancias.

Existe una mujeruca asquerosa llamada Keisy González -sí, aunque no lo crean, así se hace llamar: Keisy-, que es dueña de una casa de citas en las Lomas, a donde acude la privilegiada clase política de México. Keisy, mantiene contacto constante con las autoridades migratorias del sur e inmediatamente que le informan de la llegada de material humano de primera, se traslada a Chiapas o a Yucatán a recogerlo. Las revisa de PE a PA, desde la dentadura, hasta el peso, las formas, el color, el olor, el pelo...y decide quiénes van a su negocio y quienes no son suficientemente buenas o del gusto de los tlacuaches políticos de todos los partidos, que acuden presurosos a la gran noche de estreno.

¿Y el pueblo? ¡Preocupadísimo porque la Selección Nacional de Futbol está a punto de no clasificar para el mundial! ¡Llorando desesperadamente -como vimos en los noticieros-, porque no ganó su equipo favorito en el reciente campeonato nacional! ¡Haciendo apuestas acerca de si Peña Nieto pierde a sus fans femeninas si se casa o no, con la Paloma! ¡Tristes porque la puta de Díaz Ordaz, La Tigresa, está siendo maltratada por las autoridades!¡Cómo, si ya es una ancianita, que la dejen en paz! ¡Ya lo dijeron Jorge Buckay, Pablo Cohello, Víctor Fankl, y tantos y tantos imbéciles que se han hecho millonarios vendiendo la idea de que se debe perdonar todo! ¡Perdonemos y a otra cosa!

Yo, como veo las cosas, se las paso. Si alguien sabe qué debemos hacer los pocos que nos damos cuenta de que este país se está yendo a la chingada, que me lo diga y yo lo hago. Digo, mientras no sea la estúpida frase que ya he recibido por no estar de acuerdo con tanta mierda: "Si no te gusta tu país, vete. Aquí nadie te tiene a fuerza". ¡Por Dios y su Santísima Madre! ¡Claro que no me gusta! Si alguien se siente a gusto y felíz, que me dé sus razones y lo discutimos...¡faltaba más!

Yo, por lo pronto, voy a buscar a las tales Cecilia Romero y Keisy González, y donde las encuentre...luego les cuento.

De la frase: "Algo huele mal en Dinamarca". Hamlet. William Shakespeare.

martes, 9 de junio de 2009

Náusea

Asco, repugnancia, repulsión, aversión, odio, animadversión, desagrado, aborrecimiento, empacho, saciedad, hastío, antipatía, tirria, disgusto, angustia, desazón, arcada, vómito...y no encuentro más sinónimos para definir el sentimiento que me embarga por causa de los terribles hechos acaecidos en Hermosillo el pasado viernes.

Resumen de los hechos: Una guardería subrogada por el IMSS para dar servicio a niños desgraciadamente mexicanos. El IMSS paga $2,000.00 por cada niño al que se atienda, se cuide, se guarde, se alimente...entre muchas cosas más que un infante necesite para su desarrollo. Los nombres de los socios en dicho negocio, abarcan desde parientes de la primera dama del país, hasta el mismo gobernador del Estado. ¡Claro, es un negocio redondo! Se renta una bodega, se hacen divisiones, se pone una puerta y ...¡Violá! Ya está lista la guardería ABC, y muuuuchas más de Hermosillo y del país, desgraciada y desvergonzadamente de los mismos dueños de esta despreciable y despreciada república mexicana, democrática y dizque laica.

¿Qué detonó la tremenda tragedia? ¿No adivinan? ¿Será acaso que un hecho así ocurriría en cualquier parte del mundo? ¿Que fue un desgraciado accidente? ¿Que en esa guardería todos se desvivían por que los niñitos estuvieran bien y fueran felices? ¿Que Dios manda desgracias para probarnos, como dijo una de las estúpidas madres que perdieron dos hijos en esos tremendos hechos? ¿Un corto circuito del que nadie es responsable? ¡NO! LAS ÚNICAS CAUSAS FUERON LA CORRUPCIÓN, Y LA IGNORANCIA.

Y para que quede claro, me tomé el trabajo de buscar sinónimos de esa palabreja tan llevada y traída por todos los corruptos y vendidos medios mexicanos. Corrupcción: descomposición, putrefacción, podredumbre, peste, fermentación, depravación, perversión, vicio, prostitución, envilecimiento, deshonestidad, soborno, cohecho.

Todas esas terribles palabras quieren decir lo mismo, y todas y cada una de ellas sirven para calificar a la pestilente clase política de este miserable país; a todos y cada uno de los diputados del Congreso, a todos los senadores, a todos los jueces, a todos los gobernantes, y por supuesto, a todos los pendejos que en cada una de las elecciones democráticas, van y votan pensando que las cosas van a cambiar con el sólo hecho de ir a poner una cruz en una sucia boleta que nos cuesta más que si fuera de oro.

El noventa por ciento de ellos -NI POLÍTICOS NI PUEBLO-, saben nada de su país, no saben nada del candidato por el que votan, no saben nada del partido que los postula, no saben nada de Historia, en resumen: no saben nada de nada, y por los mismo, no deberían tener derecho a llevarnos a la mierda a todos.

Hoy por hoy, decir que uno milita en tal o cual partido, -y aquí en México hay tantos como para dar y regalar-, es lo mismo que ser idiota, retrasado, deficiente, subnormal, estúpido, pendejo, crédulo, tonto, lelo, majadero, cretino, necio, insensato, borrico, papanatas, asno, gaznápiro, sonso, zoquete y gilipollas. ¿No les parecen muy lights todos estos adjetivos? Algunos de ellos hasta los decimos de cariño. Lo increíble es que sólo haya dos antónimos: Inteligente y listo.

En este marco de cosas, es muuuuy fácil profetizar que nunca irá nadie a parar a la cárcel, que nadie será detenido, y que si alguno lo es, más rápido que pronto se busca un amparito y ni quien se acuerde en dos meses de que el incendio en la guardería ABC se llevó a más víctimas -y en este caso, verdaderas-, que la famosa e inofensiva influenza. ¿O es que alguien de acuerda de las víctimas del Lobombo y el News Divine?

Dentro de todo, puedo comprender, no avalar ni justificar, que haya gente sin escrúpulos, que se dedique a lucrar con todo, lo entiendo, porque son tan poquita cosa, que saben que sin dinero nadie los miraría dos veces y están acostumbrados a pagarlo todo, pues gratis, nadie les daría nada. ¡Tan asquerosos son!

Lo que sí no entiendo, es la supina imbecilidad e ignorancia de los padres de los niños muertos. Si aparecen frente a los micrófonos de la radio y las cámaras de T. V. diciendo que ya ni llorar es bueno y que tener odio hacia los causantes no remedia nada, que diosito se los mandó, que ellos los perdonan de todo corazón...y una inmensa sarta de pendejadas, sólo me queda por decir. ¡Que les corten la cabeza y amén!*