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jueves, 7 de agosto de 2008

Se llama Maia

ESTA ES MI HERMOSA NIETA Y HACE CIENTOS DE DÍAS QUE NO NOS VE.
Llegó con la lluvia una mañana de septiembre. Era tan pequeña que fácilmente habría podido caber en un alhajero, y eso es lo que es para mi: la más preciada de las joyas. Liviana como un suspiro y resplandeciente como el sol, fue creciendo poco a poco, como si pidiera permiso por cada centímetro que ocupaba en el mundo. Lo único grande en ella ha sido siempre su sonrisa, que llenaba todo mi universo. Las únicas veces que la escuché llorar fue cuando yo desaparecía de su vista. Entonces, sus bellísimos y grandes ojos, se llenaban de lágrimas que corrían a lo largo de su hermosa carita mientras ella extendía sus pequeños brazos hacia mi, pidiendo sin palabras que no la dejara.


Con todo y ser tan pequeña, siempre ocupó el mayor espacio en las vidas de los que en verdad la amamos. La queremos tanto, por Dios, tanto, que duele. Muy pronto demostró que tiene su propia personalidad y un carácter fuerte y decidido, pero también que es tan dulce y esperanzadora como las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña. Marcada por el signo de Virgo, acomoda el mundo a su antojo y planta sus pequeños pies en el suelo con una seguridad que asombra. Le gustan las brujas, los peces, los perros, perseguir ardillas en los parques, dibujar con lápices de colores, ir al cine y todas las canciones de Cri Cri. Al menos, así era cuando salíamos con ella, antes del nefasto día en que nos quitaron el derecho de seguir viéndola, pero nunca el de seguir amándola.


Seguramente nació para ser felíz, por que así debe ser, porque nadie debe traer un niño al mundo para encerrarlo en la torre de un castillo, abandonado a su suerte y rodeado de peligros. Pero recordemos que en todas las historias siempre existe la oscuridad, y muy cerca de ella se fueron espesando las tinieblas hasta que lograron encerrarla en esa torre, dejarla sin comer, drogarla para que duerma y alejarla de sus seres queridos que sólo desean amarla y protegerla.

En este cuento que es la peor de las realidades, no existe la profecía de que algún príncipe llegue a despertarla de un largo y tranquilo sueño. No. En este cuento, ella tiene que estar despierta y consciente de toda su soledad y abandono. Mientras escucha las risas de otros niños que juegan en la calle, ella está sola. Seguramente ha tenido frío y miedo, y hambre, pero aprendió a no pedir nada porque nada se le daba. Seguramente llamó a su papito para que la rescatara, pero nadie vino en su auxilio. Seguramente ha recordado muchas veces el carrousel en el que la paseaban su "Bela" y su única tía y no entienda porqué la abandonaron a su triste suerte; seguramente ha sentido terror de que algún monstruo habite en el armario, pero no hay nadie a su lado que la defienda. Maia se queda dormida en donde la sorprende el sueño y no tiene más compañía que un televisor encendido día y noche. Y no, Maia, no te abandonamos ni lo haremos nunca.

Maia no es una niñita común y corriente. Es una víctima del sistema de un país en el que la justicia no existe. Un país en el que a ningún juez le importan estas cosas y se van a la cama tranquilos sin pensar que mientras ellos duermen, muchos inocentes claman justicia. Maia ignora que fuera de su torre se está librando una batalla contra molinos de viento. No sabe que su padre, ha luchado por 404 días y noches, sin descansar ni medir el costo material, espiritual y moral que representa ir contra un sistema anquilosado y vetusto en donde todos los derechos le pertenecen a la madre, y en donde los padres sólo son sombras desdibujadas e inútiles.

Maia nació en un país, en donde es posible que a un niño lo despojen hasta del derecho de tener un padre que la respalde y la cuide. Se le ha quitado el derecho de ver a sus seres queridos, que no han cometido más crimen que pertenecer a la familia a la que la Ley no contempla para el buen desarrollo de ningún niño. ¿Y a qué juez le importa que la memoria de un niño sea frágil e inmadura, y que pronto nos olvide para siempre? ¿Le importa acaso a la justicia de este país que en 404 días alejada de los seres que la amamos, Maia siga siendo drogada, esté abandonada y se sienta sola?


No, la Justicia no debería ser representada con una venda en los ojos y una balanza en sus manos, por esa causa no se ha dado cuenta de que en una torre existe una niña hermosa cuyas facultades, físicas, morales e intelectuales se están perdiendo irremisiblemente y para siempre. No, la Justicia debe tener los ojos muy abiertos, día y noche y sin descanso; y sus manos no deberían estar ocupadas sosteniendo una inútil balanza, sino dos niños, niño y niña, para dejar claro que cualquiera que atente contra los inocentes, se la verá con ella, que para eso tiene los ojos abiertos y en vigilia, para defenderlos, para no permitir que ésto siga sucediendo a ningún niño en ninguna parte del mundo. Porque para entender los símbolos hay que poseer cultura y en este país, es lo que más se desprecia. La Justicia debe ser clara, transparente, y no conceder tregua a nadie.


Pude haber comenzado este escrito con la frase: Había una vez, una niña hermosa encerrada en una torre y alejada de los seres que más la amaban...Pero sería una mentira, porque no Había. Hay, existe, hoy, en este momento Maia está en esa torre. Jueces: no se duerman, no descansen, no respiren, no parpadeen, no pierdan tiempo, existe una niña hermosa que espera que ustedes hagan justicia y le permitan por fin ser una niña felíz. No la defrauden porque estarían destruyendo lo único que vale la pena en este violento mundo: la inocencia y la fe de un inocente. Y la vida, alguna vez, también a ustedes les pedirá cuentas.


Maia es blanca como las nubes que surcan el cielo en primavera, con ojos y cabello tan negros y brillantes como las crestas de las olas del océano por las noches, que con la ausencia del sol pierden su color, pero que reflejan el brillo de las estrellas. Huele a pastel de vainilla y tiene la risa más linda que he escuchado; sabe a sal, y es al tacto tan suave como el algodón de azúcar. Maia es mi nieta y es lo que más amo en el mundo. Maia cumplirá cuatro años el 11 de septiembre y hace 404 días que no la vemos.

sábado, 2 de agosto de 2008

El gran gusano



Aquí, en San Jerónimo, a unas cuadras de mi casa, respirando el mismo aire que yo, vive el Gran gusano. Frente a su inmensa y lujosa casa se encuentran siempre varias tanquetas militares y un número indeterminado de soldados que cuidan su sueño, que vigilan su respiración. El Gran gusano vaga por los corredores y los bellos jardines ensuciando con su presencia el mundo en el que vivimos. Contra lo que podamos pensar, no camina en cuatro patas ni se arrastra, más bien se yergue en sólo dos y mira astutamente con sus ojillos emponzoñados hacia las altas bardas que lo circundan. Se pasea pensativo con las manos enlazadas en la espalda, recuerda los viejos tiempos y un estremecimiento de placer malévolo recorre su viejo y enjuto cuerpo. Un gran suspiro estremece su pecho y se sienta cansado en un confortable sillón de jardín. Varios hombres lo miran de lejos silenciosamente, tratando de adivinar su pensamiento, anhelando que esos ojillos de rata se posen siquiera por un momento en ellos, que sus manos manchadas, temblorosas y viejas, les hagan una seña, que su voz los llame...


El Gusano permanece quieto y callado, cierra por un largo momento sus ojos y vuelve a suspirar. Uno de los hombres se acerca solícito -¿Se le ofrece algo, señor licenciado?- él levanta una mano como si espantara un bicho que le molesta o un recuerdo que viene terco a su memoria, el hombre se retira con la cabeza gacha y expresión de perro apaleado, los otros lo miran con burla. Hay tanto silencio y tanta inmovilidad en el jardín que los colibríes vuelan desvergonzadamente entre las flores, a lo lejos se escucha el sonido de los automóviles que surcan una avenida cercana. El rostro del hombre sentado no refleja ninguna emoción, ningún sentimiento, semeja el rostro de algún ídolo precolombino, de una terrible deidad del pasado.


Los que lo conocen, los que tienen el privilegio de compartir con él sus pensamientos dicen que aún está fuerte, que aún tiene agallas para poner a temblar a más de uno, que todavía tiene poder...Y lo dicen en voz baja, con veneración, con respeto, con terror. Yo sólo sé que en ese cuerpo viejo que comienza a pudrirse lenta e inexorablemente aún habitan deseos inconfesables, ansias eternas de regresar a tiempos pasados que no deberán volver jamás, que todos deberíamos aplastar como si se tratara de huevos de serpientes venenosas. Habitan también en ese pecho cansado recuerdos de voces, de gritos de terror y angustia, cuerpos de guerrilleros destrozados en una barranca, sonidos de metralla, ruedas de metal arrastrándose por el asfalto y cuando cierra sus ojillos de roedor mira una y otra vez la luz de una bengala que ilumina una noche oscura y lluviosa, que alumbra los rostros aterrorizados de cientos de jóvenes que murieron sin saber qué pasaba, por qué una bala detenía su pensamiento, por qué un culatazo destrozaba sus ideas, por qué una bayoneta traspasaba su corazón, ¿porqué, porqué, porqué?


Cinco presidentes, cinco reyecillos enanos vinieron a mandar en este país después de él, formando un auténtico pentagrama de maldad, de ambición, de abyecta servidumbre; cinco mandatarios que no han tenido el valor de enfrentarlo a la justicia. Y la nula memoria de este pueblo que se niega a crecer, que hace mucho tiempo dejó de ser surrealista para entrar en un simple balbuceo incoherente sin palabras, sin ideas, sin futuro. Treinta años que han roto el orden cósmico del águila real, que ahora es sólo un remedo de glorias pasadas.


Cinco presidentes permitieron que el Gusano envejeciera para así poder eludir el brazo de la justicia, que purgará desde su hermoso búnker la condena que se ganó a pulso. Ni hablar, licenciado, hay de esperas a esperas, la suya ha sido muy cómoda, pero habría que preguntar a las madres que aún deambulan tocando puertas pidiendo justicia. Que no han agotado su caudal de lágrimas y que esperan ingenuamente a que en "el país del no pasa nada", alguien tenga los suficientes pantalones para meterlo en la ratonera de donde nunca debió haber salido. Que saben y no olvidan, que tienen la certeza de que el dolor no prescribe.


Sé que el Gusano morirá algún día porque no es eterno, exhalará su último suspiro con asombro, porque cree que las deidades arcanas no mueren nunca, sé que morirá en una cama rodeado de sus seres queridos, del círculo de incondicionales que aplauden cada vez que habla. Y que las cámaras de la televisión más corrupta del mundo, estarán instaladas en esta calle de San Jerónimo, tan cerca de mi casa, para dar la noticia de su muerte primero que nadie, que los reporteros de los periódicos pasarán hambre y frío con tal de obtener la premisa, que la radio estará pendiente para mantener al pueblo informado antes que ningún otro medio. Pero sé también que rodeando su cama, estarán otros, otros que nadie verá, que nadie tomará en cuenta, pero que han esperado mucho tiempo para confirmar que ese ídolo impasible no era Dios, ni era eterno, que era sólo un pequeño gusano que alguna vez hizo los mandados a la puta en turno de su antecesor, que lamió botas, que dobló sus rodillas ante muchos, que tembló de miedo, que lloró de terror, que era sólo un gusano...